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En los últimos meses, los precios del petróleo han experimentado un incremento significativo a nivel mundial. Esta situación ha generado preocupación en América Latina, ya que la región depende en gran medida de la importación de combustibles para satisfacer su demanda energética. Los factores de oferta y demanda apuntan a que este tensionamiento en los precios del petróleo puede continuar hasta fin de año. La reducción de la producción de crudo de Arabia Saudí y Rusia, así como la decisión de Rusia de prohibir la exportación de diésel, han contribuido a esta situación. Además, la fuerte demanda de gasóleo agrícola por las buenas cosechas ha generado una mayor presión en los precios.
La consecuencia directa de este incremento en los precios del petróleo es que se espera una reducción menos intensa de la caída de la rúbrica carburantes del Índice de Precios al Consumidor (IPC) en este final de año. Sin embargo, es importante tener en cuenta que tanto el precio del petróleo como el del gasóleo en euros se encuentran por debajo de los niveles existentes hace un año en los mercados internacionales. Además, si el invierno no es muy frío, se espera una corrección a la baja en la demanda de energía, lo que podría contribuir a una disminución de los precios.
A diferencia del resto del mundo, Europa ha experimentado una crisis energética en 2022, especialmente en lo que respecta a los precios del gas y la electricidad. Sin embargo, la situación en América Latina es relativamente mejor. Las expectativas indican que los precios del gas serán mucho más bajos que en 2022, debido a factores como la menor demanda esperada, los altos inventarios de gas y la existencia de más capacidad de regasificación y acceso al gas natural licuado (GNL). Aunque existen riesgos potenciales, como una posible prohibición de exportar GNL ruso o gas a Ucrania, se espera una corrección de la inflación energética en la región.
En cuanto al precio de la electricidad, el menor precio del gas es clave, ya que la generación eléctrica con gas fija el precio en muchas horas. Además, se espera una vuelta a cifras de generación nuclear más cercanas a la plena utilización de las centrales nucleares francesas. Las reservas hidráulicas en Europa están por encima de la media, y se ha incrementado la potencia instalada de energía eólica. Estos factores, junto con una demanda un 10% por debajo del año pasado, deberían contribuir a una corrección en la inflación energética en América Latina.
Si bien se observa cierta moderación en las tasas de inflación de los alimentos en comparación con los máximos de 2022, es importante analizar la dinámica reciente de los precios y su esperable evolución en los próximos meses. En los mercados mayoristas, los precios del maíz, el trigo y la soja han experimentado una significativa disminución. El maíz ha caído un 17% desde julio y un 34% en comparación con el año anterior. El trigo ha seguido una tendencia similar, con una caída del 11% desde julio y un asombroso 37% en comparación con el año pasado. Mientras tanto, la soja ha experimentado una corrección del 14,8% desde julio.
Para entender la dinámica de los precios de los alimentos, es necesario observar el contexto geoeconómico global. La reducción de la prima por riesgo geopolítico ha contribuido a la disminución de los precios. A pesar de no haberse aprobado el acuerdo de exportación de granos a través del Mar Negro, la buena cosecha en Rusia y las exportaciones ucranianas a través de otras rutas han reducido la prima. Además, los altos inventarios de trigo y la robusta oferta de los principales exportadores del hemisferio occidental han contribuido a la disminución de los precios. Aunque existen algunos problemas puntuales, como la alta producción y consumo de aceite de oliva en España, se espera una reducción de la inflación de alimentos en los próximos meses.
En resumen, la inflación del petróleo amenaza el precio de la energía en América Latina. Sin embargo, se espera una corrección en la inflación energética debido a factores como la reducción de la caída de los precios del petróleo, la menor demanda esperada de gas, los altos inventarios de gas y la existencia de más capacidad de regasificación. Además, se espera una disminución de la inflación de los alimentos debido a la reducción de los precios del maíz, el trigo y la soja. Aunque existen algunos riesgos potenciales, las perspectivas indican una mejora en la situación en los próximos meses.